Esta es la primer parte de nuestro viaje a lo largo de Filipinas, comenzando por una breve visita y despedida desde su capital, Manila, y recorriendo, a lo largo de 19 días, una de las provincias más hermosas de este país: Palawan.
Amigos, comidas, playas, transportes y mucho calor, es un pequeño resumen de todo ese viaje.
Llegamos a Manila y el calor nos abrazó. No solo el calor del clima, sino también la de los filipinos. Sonrientes, comunicativos y atentos, nunca nos negaron un saludo.
En menos de 1 hora tuvimos que aprender a tomarnos un bus, un FX (una Van con aire acondicionado), jeepney y un triciclo, entender el inglés filipino y soportar ese calor que se ve en las películas de la segunda guerra mundial.
Llegamos a la casa de nuestros anfitriones coreanos Amy y Pires. También allí, había una pareja de viajeros, Wlado (esloveno) y Yaxin (china). Compartimos con ellos 2 noches y la tercera, tuvimos que salir corriendo al aeropuerto para tomar nuestro vuelo a Puerto Princesa, Palawan, para aprovechar una oferta por 38usd Manila – Puerto Princesa. En una hora, estábamos en la capital de la isla, de noche y tratando de pensar cómo conseguir un lugar barato para dormir.
Algo sabíamos de Puerto Princesa, pero no lo suficiente. Salimos del aeropuerto para evitar que las motos nos cobraran más de lo debido y nos tomamos una en la calle hasta el municipio. En 1 hora conocimos las 2 caras de Filipinas y lo que seguiría los próximos 2 días. Sin darnos cuenta cómo, ingresamos a un centro de información de turística, para consultar por algún hostel económico, pero después de tanto buscar no encontraron nada que se adaptara al precio que podíamos pagar, sin embargo, nos ofrecían insistentemente muchas otras cosas. Salimos corriendo, nos metimos en la primer calle que encontramos… oscura, con lamparas cada tanto iluminando en cualquier dirección. Perros, gatos, ratas y una pensión. Entramos, todo lleno. Un hombre mayor de edad, Pedro, nos indica que él sabe dónde podemos encontrar uno, pero que es difícil llegar. Él nos guiará. Cerramos los ojos, y caminamos confiando en el destino, que nuevamente… nos sorprendió.
Pedro, nos hablaba mucho de la isla y de su vida, caminamos despacio, sintiendo el olor a mar, mirando las casas isleñas y buscando angostos pasillos que nos llevarían a nuestra pensión por una noche. Estos dos casos, el isleño avasallador que intenta ofrecerte de todo y el isleño amistoso y generoso, son dos ejemplos de lo que nos pasó durante todo el viaje en este país.
En Puerto Princesa nos encontramos con una ciudad pequeña pero grande comparada con otras ciudades de Palawan. Como es normal en Filipinas, la comida no es lo mejor que tiene, especialmente, la que nosotros podemos pagar. Así fue que esa noche, simplemente nos sentamos a comer pan saborizado y sopa fría por 50 centavos dólar. Comimos y seguimos caminando lentamente por las calles de la ciudad.
Al día siguiente, decidimos visitar Aborlan, una pequeña villa a 70 kilómetros de Pto. Princesa, rodeada de jungla. Un lugar recomendado por nuestros amigos de Couchsurfing, por no ser turístico. Llegamos y nos sentimos realmente en medio de la nada. Algunas personas se acercaron para ofrecernos cosas, y entre charla y charla, un señor de una moto nos llevó hasta una pensión económica cerca del “centro”. Nos ubicamos en nuestra humilde morada y salimos en búsqueda de la costa. Preguntamos a varias personas en el camino… “Hola, ¿dónde podemos conocer la playa?” y todos nos respondían… “¿Playa?¿Qué playa?”… Entonces, entendimos que estábamos lejos de la costa.
Al día siguiente, decepcionados, porque ese lugar que nos habían recomendado nuestros amigos resultó ser un resort (hotel) en una isla cerca de Aborlan, (algo que no nos interesaba en absoluto), decidimos emprender nuestra vuelta a Pto. Princesa. Pero, ocurrió la magia. Ya con todas nuestras mochilas encima, camino a la ruta para subirnos al primer automóvil que quisiera llevarnos, pasamos frente a una pequeña verdulería donde habíamos comprado algo el día anterior. Habíamos hablado con su dueña y su hija, Mari. Ella, viajera de alma, enseguida noto que creíamos no haber encontrado lo que buscábamos en Aborlan, así es que quería invitarnos a que fuéramos a una playa de un conocido o bien, que acompañaramos su hijo (Bonbon) a una playa escondida donde ellos solían ir a tomar ron y comer mucho mucho. Cuando dijo esto, imaginé una playa, adolescentes tomando ron y comiendo pescado, a pesar de eso, decidimos darle una oportunidad y entregarnos a la situación.
Llegó BonBon (en Filipinas acostumbran a tener nombres que repiten la primer sílaba), Mari habló algo con él en secreto y 5 minutos después, estábamos los 3 (más una canasta enorme de frutas que ella nos regaló, 2 mochilas de 70 litros, 2 mochilas de 40 litros, una carpa y 2 botellones de agua) viajando en una motito de 70cc esquivando gallinas y charcos, camino a su casa. Allí Bonbon nos presentó a su familia y a la de su amigo, Pancho, para luego ir todos juntos a la playa “escondida” de arenas blancas.
A partir de ahora, hablaremos de 2 familias: La familia de BonBon y la familia de Pancho.
BonBon y Gina tienen 3 hijas. Son nacidos en Palawan. Hablan poco inglés. Él es albañil y carpintero. Ella, ama de casa y ayuda a su suegra en la verdulería.
Pancho y Flordelina tienen 4 hijas. También son nacidos en Palawan, pero él trabaja como pescador y ella, ama de casa.
Después de unos 15 minutos llegamos a la casa de Pancho. Así que preparamos todo y nos subimos los 4: Lauri, BonBon, Pancho y yo. Primero pasamos una especie de río selvático y salimos a mar abierto. A lo lejos, veíamos una mancha de arena, y BonBon muy entusiasmado nos dijo: “Allí vamos”.
Tardamos 30 minutos en llegar a la isla, serían alrededor de las 9:30 hrs. Sol de frente, aguas planchadas y azules, algunas serpientes asomaban sus cabezas al escuchar el ruido del motor y las medusas esquivaban el bote como podían. Al llegar, mientras Pancho volvía para buscar a las mujeres e hijos, nosotros nos quedamos armando el refugio. Bonbon buceando con su lanza intentaba conseguir el almuerzo.
El reflejo del sol a las 11 am, me recordaba a esas películas cuando muestran a una persona llegando al cielo. Todo blanco, centelleante, hasta casi lastimándonos los ojos. Pero viviendo un sueño, nos encontrábamos en la zona mágica, muy lejos de la zona de confort.
Después de un rato, llegó toda la familia con mucha comida para compartir.
Nos sentamos a comer y Pancho trajo unos pescados recién sacados del mar, para cocinarlos en una fogata que hicimos. Comimos espaguetis, pescado cocinado con limón, pescado asado, noodles, kasoy y arroz. Tomamos agua, gaseosas y ron. Nadamos, hablamos de nuestras vidas y países. También, sobre la malaria y las problemáticas que trae en la población.
Mientras conversábamos y comíamos mucho, Lauri, resultaba ser la victima de las 7 niñas y sus intentos de ser peluqueras.
Comimos frutas: mango, bananas, bananas hervidas, sandía y ananá. Seguimos hablando y nos sacamos fotos. Éramos una gran familia de extraños, pero felices, inocentes de lo que en ese momento estaba ocurriendo en otra parte del mundo. Lejos de la contaminación de los medios, de los ruidos de los autos y de las invasiones publicitarias. Así fue, que se pasó el día.
A lo lejos se veía una tormenta y había que preparar todo para volver a la costa, pero la aventura no terminaba allí. Al volver, Bonbon dijo que íbamos a cenar juntos, pero que yo debía conseguir nuestra comida. Es así que me enseñó a cazar medusas, y después de quemarme reiteradamente como principiante con sus tentáculos, finalmente conseguimos la cena para compartir esa noche. También, me enseñó a trepar palmeras para arrancar cocos, pelarlos y tomar su jugo. Como no podía faltar menos, me explicó como hacer cucharas naturales para comerlos.
Nosotros, felices de ser aprendices, ellos, felices de ser nuestros maestros. Volvimos al hogar de Pancho. Llegó la hora de bañarse y todos corrieron a la bomba de agua que se encontraba en la vereda de la calle, donde, como muchos otros (por ejemplo; sus vecinos), deberíamos bañarnos. Eso atentaba contra lo indicado por el infectólogo antes de partir en viaje. Sí. También estar en zonas agrarias, por el riesgo a contraer malaria. Sí. Pero si no lo hubiésemos hecho, habríamos atentado contra nuestra propia naturaleza de querer sentirnos libres y aprender.
Cenamos lo mismo que al mediodía, pero se agregaba un plato: medusas ó “Jellyfish” como lo llaman ellos. La casa, era un salón de fiestas. Niños corriendo por doquier, música, sonrisas, vergüenzas. Debo admitir que por un momento me sentí un gringo, sin embargo, ellos me trataron como uno más
Era hora de volver ya que en esa misma mañana, habíamos dejado nuestra pensión diciendo que nos íbamos. Ahora volveríamos con ellos. Nos subimos a la moto-carrito. Esta vez éramos nosotros dos con nuestras 4 mochilas, la mujer de Bonbon, sus 3 hijas, los 5 cocos que nos habían regalado y BonBon, manejando, alumbrando con una linterna el camino selvático, esquivando perros y saltando pozos. Este momento, es uno de los recuerdos más felices que tenemos de nuestro viaje a Filipinas. Tan felices fuimos, que llegamos al hostel con una sonrisa enorme, llenos de energía positiva y amor. Dormimos mejor que nunca. Al otro día, decidimos levantarnos temprano para preparar un obsequio para ambas familias. Imprimimos unas fotos de sus hijas y de ellos del día anterior. Se las llevamos a la verdulería. Cuando nos estábamos yendo y como si fuera poco, BonBon se acercó a nosotros y nos regaló un llavero de piedra cuarzo. Cuanta generosidad en medio de tanta humildad. Cuanto amor, cuanta inocencia, cuanto de todo y nosotros ahí. Nos sentimos agradecidos ante la magia de la zona mágica.
Nosotros no estábamos en los planes de estas dos familias. No tenían intenciones mas que de compartir su entorno, sus costumbres y su tiempo. Sin hablar demasiado nos cuidaron, compartieron toda su comida y generosidad. Nos mostraron como vivían, se bañaban, comían, cazaban y cómo en una casa convivían tantas personas. Nos regalaron todas sus sonrisas y también nos manifestaron sus inquietudes, por ejemplo, porqué no estamos casados y con hijos. Entre comida y comida, compartimos las similitudes de nuestros países e idiomas
Esta experiencia al comienzo del viaje marco nuestra ruta en Filipinas e hizo que miráramos todo de manera diferente, iluminó nuestro camino y nos dimos cuenta enseguida que 21 días no eran suficientes para viajar de la manera que nosotros queríamos hacerlo. Debemos reconocer que en nuestros 21 días en este país hemos visitado mas puntos turísticos de lo que nos hubiese gustado, algo de lo que nos arrepentimos un poco, pero también de lo cual hemos aprendido mucho. La experiencia que tuvimos con esta familia, fue el momento más feliz y gratificante de nuestro viaje, fue la llave que dejo abierta una puerta para nuestro regreso con más tiempo y menos mapas…
[box]Información útil
Pensión Pto. Princesa: 250php la habitación doble.
Agua en Pto Princesa: 2php el litro. (agua recargable)
Pasaje Pto.Princesa – Aborlan:172php
Pensión Aborlan: 250php la habitación doble.[/box]
[fblike style=»standard» showfaces=»false» width=»450″ verb=»like» font=»arial»][fbshare type=»button»]
Que buena nota!!! una descripción muy bien lograda del lugar y con las imágenes justas… hasta empecé a sentir calor 🙂
Muchas gracias Vivi! fue una de las experiencias mas hermosas que vivimos hasta ahora en el viaje.
Un beso grande!!
Lau y Alvaro
Excelente!!, gracias por acercarnos así a un lugar tan lejano para muchos.
Un abrazo.
Gracias Patricia!!
Besos
Lau y Alvaro
Hola chicos!
Acabo de conocerlos y la verdad que me digo «qué suerte habérmelos encontrado»
Me gustó mucho el post y seguiré leyendo y conociéndolos.
Les mando un abrazo!
Buenos rumbos!!! 🙂
Hola Juan!! Nosotros también llegamos a tu sitio hace uno tiempo y te venimos siguiendo de cerca desde entonces. Es un placer leerte, especialmente por la buena energía que emanas. Nos encanta y nos inspira!.
Te mandamos un abrazo grande y estamos en contacto.
Lauri y Alvaro
Hola chicos!
Una noche regresando a mí casa y escuchando la radio, disfrute de la comunacion telefónica con Álvaro, alli descubrí su blog y el viaje de vida que estan realizando. Emocionado leo sus experiencias. Disfruto del relato, comentarios y consejos. Desde el mediodía de carapachay les mando un gran cariño!
Buenas rutas!
Pablo
Hola Pablo!, muchas gracias por este lindo mensaje que nos envias, nos llena de energías y ganas de seguir viajando y compartiendo con quienes van llegando a nuestro espacio.
Muchas gracias!
Te mando un abrazo!
Lau y Alvaro
Hola amigos!
A veces leo cosas sobre lugares fabulosos, playas paradisíacas, templos milenarios. Vosotros habláis aquí de algo mucho más importante: las personas. Y, a su vez, ese punto de vista también os descubre como excelentes viajeros. Vuestro relato me ha parecido realmente emocionante.
Muchas gracias Manuel por escribirnos, era una experiencia muy linda que no podíamos dejar de compartir.
Gracias por acompañarnos!
Un abrazo grande!
Lau y Alvaro.